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Esta es la fragancia de Sion de un miembro de la Iglesia de Dios Sociedad Misionera Mundial que cree en Cristo Ahnsahnghong y en Dios Madre.


HJ Yu, Corea

Cuando yo era joven, mi familia entró en dificultades económicas y por eso mi hermano pequeño y yo tuvimos que quedarnos en la casa de mi abuela mientras mi mamá ganaba dinero para preparar un lugar en donde mi familia pudiera vivir.

En la casa de mi abuela, nadie nos regañaba ni nada por el estilo, pero no nos sentíamos cómodos. Pasábamos más tiempo fuera que dentro de la casa. Mi hermano y yo caminábamos por la ciudad todo el día hasta el atardecer.

Una vez, rompí el portaminas favorito de la menor de mis tías que era estudiante de secundaria. Fui regañada y castigada. Y como parte del castigo, no cené. Entonces mi hermano vino a mí sigilosamente.

“Hermana, ¡abre la boca!”

“¡No! ¡Vete!”

“¡Por favor, abre la boca!”

Cuando abrí la boca ante la insistencia de mi hermano, él puso en mi boca un puñado de arroz, endurecido por lo fuerte que lo había apretado en su mano.

“¿No está delicioso?”

“…Sí.”

Aunque yo era joven, podía entender lo que se sentía ser una familia que compartía la misma sangre.

De esa manera, mi hermano pequeño y yo vivíamos apoyándonos mutuamente. Un día, llegamos a casa después de haber jugado hasta tarde, pues acostumbrábamos regresar a casa solo cuando sentíamos hambre; mi abuela estaba guardando nuestra ropa en una maleta.

“¡Deben de estar muy contentos! Su mamá me dijo que los lleve de regreso con ella.”

Mi corazón comenzó a latir muy rápido.

“¿De verdad? ¿Lo dice en serio? ¿Ahora viviremos con mi mamá?”

“¡Sí! Su mamá ha comprado una casa. Se ha mudado hoy, y me dijo que los lleve más tarde porque tiene que ordenar la casa. Les iba a decir en la mañana, pero decidí decirles ahora. Tu tío los llevará con su mamá.”

Estaba tan emocionada que ya no oía lo que ella decía. Solo salí corriendo descalza, de la mano de mi hermano. Mi tío nos gritaba: “Pónganse los zapatos. ¡No corran!”, pero no hacíamos caso. Aunque nos caíamos y nos lastimábamos, no nos importaba. Esa noche, sentí que la ciudad brillaba como si fuera de día, aunque no había luces en la calle.

La casa adonde nuestro tío nos llevó, era pequeña. Cuando entramos en la casa, nuestra mamá, a quien habíamos extrañado tanto, estaba de pie allí. Mi mamá, mi hermano pequeño y yo nos abrazamos y lloramos mucho.

Mi mamá había trabajado muy duro para conseguir una casa para nuestra familia. Ella dijo que había vencido todos los sufrimientos solo esperando el día en que viviéramos juntos de nuevo.

Luego, descubrí que mi mamá visitaba la casa de mi abuela una vez al mes y nos veía jugar, en secreto. Le pregunté por qué había hecho eso si sabía lo mucho que la extrañábamos. Entonces dijo:

“Estaba preocupada de que me extrañaran aún más y que les fuera más difícil…”

Mi mamá debe de habernos extrañado más de lo que nosotros la extrañábamos a ella. Pero preocupándose de que sus hijos pudieran sufrir al extrañarla aún más cuando se fuera, no podía ni siquiera acercarse a nosotros para abrazarnos. Me sentía triste al pensar en cómo se habría sentido mi mamá.

A través de este pequeño recuerdo de mi infancia, pienso en los sufrimientos que nuestra Madre celestial atraviesa. Pensando en el momento en que Ella esté con todos sus hijos para siempre en el reino celestial, ¿cuántas lágrimas estará derramando nuestra Madre celestial, venciendo todos los sufrimientos en esta tierra?

Imagino el hogar celestial que nuestro Padre y nuestra Madre celestiales están preparando para nosotros mediante su amor y sacrificio. ¡Disfrutaremos de nuestro tiempo allá, corriendo de la mano de nuestros hermanos y hermanas!

La Fiesta de las Trompetas – conmemoración tocando trompetas
La Madre Jerusalén sufre en lugar de sus hijos para su salvación
 

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